Cuando analizamos las energías de nuestro entorno, nos solemos centrar en la ubicación, orientación geográfica y los elementos visibles que tenemos a nuestro alrededor, obviando esas energías invisibles que nos afectan de manera directa y de las que conviene conocer su existencia para poder tomar medidas.
El Campo Energético de la Tierra
La tierra, como ente viviente, al igual que nosotros, tiene su propio campo de energía. A menudo hablamos de los campos electromagnéticos de la Tierra, pero obviamos las venas de energía por las que circula la mayor parte de la fuerza vital de nuestro planeta. Estas vías de energía son similares a nuestros canales de acupuntura y presentan una serie de vórtices de concentración de energía.
Estos puntos de concentración de energía son fácilmente detectables por muchas personas de alta sensibilidad energética y en otros casos se trata de lugares conocidos destino de peregrinación para muchos estudiosos de las energías y del mundo holístico.
Lugares como las Pirámides de Egipto, el Himalaya, el Lago Titicaca o Stonehenge fueron lugares elegidos por nuestros antepasados para recordarnos el poder y la existencia de estos campos de energía.
La presencia de estos campos invisibles de energía se hace real, visual y medible ante fenómenos extraordinarios como la Aurora Boreal, que no es más que la materialización de estos campos al interactuar con la atmósfera terrestre.
Geobiología y Campos de Energía
A nivel científico, la Geobiología estudia estos campos de energía y su efecto en las personas que habitamos el planeta. Esto ha permitido desarrollar una serie de técnicas para detectar, medir y trazar unos mapas de energías con influencia directa en nuestro día a día.
A nivel geobiológico, la Tierra se encuentra recorrida por 3 campos de energía principalmente: las líneas Hartmann, las Líneas Curry y las líneas Benker.
A efectos prácticos, tenemos que evitar que nuestro hogar esté ubicado sobre alguna de estas líneas, especialmente cuando se trata de lugares sensibles de descanso, como dormitorios.
Para detectar estos campos, aunque podemos contar con los mapas existentes, es preciso contar con unos instrumentos adecuados y es preferible contratar a un experto en la materia.
En caso de que coincidan con un lugar en el que pasamos tiempos prolongados, como una cama, una mesa de estudio o un sofá, es preciso cambiar estos elementos de ubicación.
Campos electromagnéticos nocivos
Existe una serie de campos de energía que pueden resultar nocivos en caso de una exposición prolongada, como los campos eléctricos de las líneas de alta y media tensión, redes de telefonía o sistemas de localización por radar.
Nuestro entorno está rodeado de interferencias eléctricas y electromagnéticas constantes, en forma de centros de transformación, líneas de alta tensión o torretas de telefonía. Estar cerca de cualquiera de estos elementos puede ser perjudicial, pero a menudo, las energías invisibles pueden ser las más dañinas.
Para medir y valorar la fuerza de estos campos y conocer sus efectos nocivos, debemos disponer de los aparatos de medida correspondientes y compararlos con los valores máximos recomendados para campos eléctricos y electromagnéticos.
Estos aparatos nos permitirán conocer si hay o no efectos nocivos de estos campos en nuestra salud y permitir de este modo tomar medidas.
Las medidas a tomar suelen pasar por la protección de los lugares más vulnerables energéticamente, como pueden ser las ventanas, con cortinas apantalladas o vidrios con blindaje especial frente a los campos electromagnéticos.
Es conveniente aquí recordar que un buen aislamiento de nuestra casa
del exterior debe venir acompañado de una serie de medidas de control de los
campos electromagnéticos que se pudieran producir dentro de nuestra casa.
Campos de Energía dentro de nuestro hogar
Su pudiéramos crear una jaula aislada del exterior, tendríamos que
tener en cuenta el posible efecto de las redes eléctricas producidas por los
aparatos eléctricos dentro de nuestra casa y por la rede de cableado. Como en
el caso de las líneas de energía, debemos cuidar los puntos de especial
sensibilidad, como los lugares de descanso o en los que pasamos periodos
prolongados.
La medida y la protección frente a estas redes resultan bastante sencillas con aparatos de filtro del “ruido” eléctrico.
Un aspecto que también tenemos que tener en cuenta es la estructura del edificio en el que vivimos, a que los propios materiales con los que está construido el edificio pueden generar importantes alteraciones de los campos de energía.
El caso de las estructuras metálicas es quizás el que mayor efecto puede tener a este respecto, aunque cualquier elemento metálico tendrá su efecto. Cuidaremos la ausencia de estos elementos especialmente en lugares como los cabeceros de las camas. En lo relativo a la estructura, lo ideal es recurrir a especialistas en la materia que puedan medir y valorar los posibles efectos nocivos de estos materiales.
Nuestro equilibrio interior: el mejor antídoto
Si empezáramos a enumerar las posibles fuentes que podrían alterar los
campos electromagnéticos del lugar en el que vivimos, podríamos caer en la
neurosis. Aparte de los ya mencionados, el lugar en el que vivimos puede verse
afectado por la radiación cósmica, la radiación ambiental, el gas radón o,
simplemente, la calidad del aire.
Antes de volvernos locos tratando de tomar medidas y aislándonos en el
campo, debemos ser conscientes de la capacidad inmensa de nuestro cuerpo de
adaptarse e incluso contrarrestar estos posibles campos de energía patógenos.
Al fin y al cabo, cuando vibramos en la frecuencia alta de la felicidad y la
vida dichosa, nuestro campo energético será más potente que cualquier otro que
tengamos a nuestro alrededor.
Juan Yruela Castillo
Arquitecto y experto en Fengshui
CEO y Fundador de Camino Holístico